La Real Casa de la Moneda de Sevilla era el centro neurálgico donde
se fundía el oro y la plata para la economía europea en pleno siglo XVI.
En los siglos de pleno apogeo trabajaban más de 200 empleados que se
encargaban de alimentar los hornos y tener en funcionamiento la fundición.
Estaba ubicada en la entrada de la ciudad, entre la Torre del Oro y la Torre
de la Plata, todo lo que llegaba de la nueva América con destino a la Casa de
Contratación era supervisado en este edificio. Ocupa una superficie irregular,
más bien de forma triangular, sufrió varias reformas durante su uso como Real
Fábrica, una reforma en el siglo XVI y otra en el siglo XVIII, cuando se le
añadió la gran portada que conforma el acceso principal, obra de Sebastián Van
der Borcht, así como otra serie de reformas de cara a solventar problemas de
filtraciones y estructurales derivados del terremoto de Lisboa de 1755.
Dejó de funcionar en el siglo XIX, sus instalaciones se aprovecharon como conjunto residencial, poco a poco se fue abandonando y llegó a deteriorarse de manera que se encontraba en estado totalmente ruinoso hasta que a finales del siglo XX se decidió su restauración, quedando un edificio semejante a lo que era en su esplendorosa época.
Dejó de funcionar en el siglo XIX, sus instalaciones se aprovecharon como conjunto residencial, poco a poco se fue abandonando y llegó a deteriorarse de manera que se encontraba en estado totalmente ruinoso hasta que a finales del siglo XX se decidió su restauración, quedando un edificio semejante a lo que era en su esplendorosa época.
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