La ciudad de
Sevilla, comenzó un crecimiento económico y poblacional desde el descubrimiento
y colonización de América, debido a su situación en las orillas del
Guadalquivir, creando en la ciudad la Casa de la Contratación a partir de 1503.
Sobre 1525,
Sevilla se convirtió en la ciudad más poblada de España y en una de las más
importantes de Europa. Esto causó la necesidad de una sede mayor,
ya que donde se situaba esta corporación eran unos edificios pequeños junto a
la catedral.
Al poco
tiempo se decidió construir un nuevo edificio para el ayuntamiento de la
ciudad, situándolo en la Plaza de San Francisco y adosado al convento que
ocupaba lo que ahora se conoce como la Plaza Nueva. El proyecto correspondió al
arquitecto Diego de Riaño, que dirigió las obras entre 1527 y 1534, al morir
fue sustituido por Juan Sánchez que las finalizó entre 1535 y 1560. Al derribo
del convento se inició la ampliación, de la que resultó el edificio que conocemos en la actualidad.
El conjunto
primitivo constituye una de las primeras edificaciones renacentistas de Andalucía,
y una clara muestra del estilo plateresco, presentando una planta quebrada con
dos alturas. La fachada principal estaba orientada a la plaza de San Francisco, organizada en cinco módulos separados por pilastras
y columnas. Pueden encontrarse motivos decorativos como medallones con
personajes históricos e incluso hornacinas con esculturas con héroes tradicionales
de la leyenda del origen de la ciudad.
En un
extremo de la fachada se encuentra el arquillo que permitía el paso al compás
del citado convento. El edificio presenta como salas principales “el Apeadero”
, “la Sala de Fieles Ejecutores” y “la Sala Capitular”, cubierta por una bóveda
en cuyos casetones se esculpieron figuras de 36 reyes de España. Desde “el
Apeadero” arrancaba una amplia escalera que conducía a la planta superior en la
que se encontraba “la Sala Capitular”.
En la ampliación
se trazó una nueva fachada principal, orientada ahora hacia la actual Plaza
Nueva, con un notable corte neoclásico.
Hoy en día podemos contemplar un
conjunto arquitectónico magnífico. En el interior destaca la presencia del
vestíbulo, la huella italianizante en la capilla del edificio,
la Sala de Consistorio, la Sala Capitular Baja, el Salón Colón, la escalera y
la bellísima cúpula renacentista del arquitecto Hernán Ruíz.
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