Constituye
el Alcázar uno de los edificios más insignes, notables y antiguos de los
existentes en Sevilla, además de los más complejos por la variedad de
construcciones que contiene, pertenecientes a distintas épocas y estilos,
consecuencia lógica de la continua serie de reformas y modificaciones de sufrió
a los largo de los muchos años de historia que tiene.
Con respecto
a su fundación, dice González de León que es antiquísima y no hay memoria de
ella, lo que concuerda con otros historiadores que coinciden en señalar que los
orígenes del magnífico palacio árabe son desconocidos si nos atenemos a una
estricta, exacta y rigurosa verdad histórica.
De ahí, que
cierto grupo de autores expliquen su origen diciendo que éste se remonta a la
época romana al estar insertada dentro de lo que podía denominarse la ciudad militar
o Acrópolis, lugar que constituía en circunstancias normales la residencia de
los gobernantes romanos. A este respecto, el historiador Don José Gestoso
Pérez, nos dice que es un hecho que los descubrimientos arqueológicos de mayor
interés verificados en Sevilla, han tenido lugar en las inmediaciones del
Alcázar y bien próximos se hallan a él los notables subterráneos de las Calles
Borceguinería, hoy Mateos Gago, Don Remondo y Abades, justamente con los
colosales fustes descubiertos por completo en la calle Mármoles. En uno de los
patios del Alcázar actual, se descubrió la interesantísima estatua de Isis con
Horus.
Otros
autores indican que el origen del Alcázar se puede encontrar en el siglo VI,
época visigoda, a causa de que en los que constituye Patio de Banderas, existía
una basílica denominada de San Vicente en la que estuvo enterrado el cuerpo del
Patrón de Sevilla, San Isidoro, y que se mantuvo en pie hasta el siglo IX.
Pero lo
cierto y al margen de éstas y otras opiniones sobre el origen y fundación del
Alcázar, es que sus trazas son esencialmente árabes, aunque con el paso de los
años, se construyesen, desde la reconquista de Sevilla el 23 de Noviembre de
1248 por el Santo Rey Fernando III, otras edificaciones de distinto estilo.
Hasta esta fecha tan señalada para la historia de la ciudad de Sevilla, el
Alcázar constituye la residencia o la morada permanente de príncipes y altos
dignatarios de la Sevilla islámica, debido, entre otras causas, a las bondades
de todo tipo que entonces ofrecía la misma.
El origen
del Alcázar y por tanto su construcción, se inicia en la denominada Alta Edad
Media (913-914), cuando estando reinando el Emir Abd-al-Rahman II se construye
la primera fortaleza militar que más adelante se transformaría en residencia
del gobernador, esto ya durante el reinado de Abd-al-Rahman III. Esta
residencia o Dar-al-Imara, alcanzaba hasta el actual Patio de Banderas, según
el cronista musulmán Al-Himyari, y tenía una gran solidez interior y exterior
ya que se encontraba protegida por una muralla de una altura muy considerable y
defendida por torres de gran resistencia a los ataques que podrían realizarse
desde fuera de su recinto.
La historia
del Alcázar va íntimamente ligada a la de Sevilla, hasta el punto de que el
hecho de que la ciudad de Córdoba alcanzara un gran desarrollo y una gloria muy
apreciable durante el califato, produjo como consecuencia el que la importancia
de Sevilla descendiera de forma notable como lo demuestra que el Alcázar se
convirtiera en residencia de un walí o funcionario de poca categoría.
La conquista
de Sevilla por los almorávides en 1091, vuelve a darle notoriedad al Alcázar
gracias a las obras que se realizan en torno al mismo, como la construcción de
la gran muralla que todavía existe en parte y que comienza en la Puerta del
León y concluye en la Plaza de la Alianza. Estas realizaciones se llevaron a
efecto gracias al Rey de Marruecos Ali Ben Yusuf, que convirtió a Sevilla en el
virreinato de toda la península Ibérica y cuyo hijo Rachid fue el virrey.
Algunos años
después, 1147, y a causa de que lo almohades derrotan a los almorávides,
Sevilla es ocupada pasando a depender del Imperio de Marruecos, en cuyo poder
estuvo hasta 1212 en que fueron derrotados los árabes por el rey Alfonso VIII
en la batalla de las Navas de Tolosa, pasando a manos de los cristianos el 23
de Noviembre de 1248 en que el Rey Fernando III el Santo la reconquista y fijó
su residencia en él. El citado rey realizó en éste algunas reformas como el
levantamiento de varias dependencias y la decoración de otras.
A la muerte
del Rey Santo en 1252, le sucedió en el trono su hijo, Alfonso X, llamado el
Sabio, que vivió y murió en el Alcázar y constituyo en el mismo nuevos
departamentos, como un conjunto de tres grandes salones góticos, haciéndolo
sobre una parte del palacio almohade. Esto es lo que hoy se conoce como Palacio
Gótico o salones de Carlos V, pero que en tiempos de su realización se
denominaba Cuarto del Caracol.
El rey
Alfonso XI, también dejo una huella importante en el Alcázar, ya que en el año
1340 se ejecutaría, a órdenes suyas, la Sala de la Justicia junto al Patio del
Yeso, obra realizada con gran maestría en estilo mudéjar.A su muerte
ocurrida en 1350, le sucedió su hijo Pedro I, apodado por unos historiadores el
Cruel y por otros el Justiciero, que doto al Palacio Mudéjar de una gran
suntuosidad, ya que lo mejoro, enriqueciéndolo en unos límites imposibles de
imaginar en aquella época. Para llevar a efecto las obras que condujeron a lo
antes citado, contrato infinidad de operarios de una calidad artística muy
notable que vinieron desde ciudades como Toledo y Granda y que supusieron
satisfacer y sobre todo entender lo que Don Pedro quería que hiciese.
Años más
tarde, reinando ya los Reyes Católicos, se llevaron a efecto obras como la
construcción de algunos salones en la planta baja del edificio, la ampliación
de la primera, la arquería superior, que componen las dos alas de la puerta
principal, el retablo de azulejos de la capilla gótica de la planta alta, etc.
Durante el
reinado del Emperador Carlos I se completa la primera planta, se labro la
galería alta del Patio de Banderas y se construyeron estanques para los jardines,
con lo que se hacían más hermosos los mismos.
Entre los
monarcas que más se distinguieron en el enriquecimiento del palacio, se pueden
citar a Felipe IV que mando construir el apeadero, la galería del Patio de la
Montería y los jardines del estanque o de los Grutescos, e Isabel II, que
realizo nuevas restauraciones y sobre todo lo ornamentó y lo amuebló con
magnificas piezas de carpintería y bellos tapices.
Con posterioridad
a estos y ya en otras épocas no gobernadas por reyes, también se ejecutaron
obras de gran importancia al margen de las de conservación, que le han
permitido al Alcázar seguir siendo el gran palacio que fue desde su creación,
además de mantener integra la personalidad de que fue dotado.